Siempre hay un roto... |
Bienvenidos a la reflexión del martes de uno de nuestros colaboradores, Pablo Lato, que nos cuenta esto:
Un día conocí a alguien, da igual de dónde fuera o el color de su piel, alguien que vino a trabajar y labrarse un futuro, pero un ingreso hospitalario lo complicó todo. Por otra parte, estaba solo puesto que su familia no podía cuidarlo ni estar junto a el.
Un día conocí a alguien, da igual de dónde fuera o el color de su piel, alguien que vino a trabajar y labrarse un futuro, pero un ingreso hospitalario lo complicó todo. Por otra parte, estaba solo puesto que su familia no podía cuidarlo ni estar junto a el.
Qué gran actor y filósofo |
Su madre, ya mayor, estaba ingresada también en otro hospital y por tanto, no podía hacerse cargo, pero era un luchador... El punto es que fue enorme la empatía y las ganas de ayudarlo que sentí por él. Intento ver que necesita que le traiga de afuera del hospital, etc., porque realmente estaba bastante solo. Un encanto de pibe y es que, al menos para mi, la empatía no es un sentimiento automático. Depende de los valores que yo descubra en el otro, sea esto consiente o inconsciente. Me cuesta mucho empatizar con quien no respeto o a quien juzgo de mala forma, aunque esté en situación de debilidad. No lo puedo evitar.
Me encanta ayudar a quien, primero, se respeta a si mismo y se ayuda. No se si será normal o no. Es lo que hay.
Me encanta ayudar a quien, primero, se respeta a si mismo y se ayuda. No se si será normal o no. Es lo que hay.
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